lunes, 5 de mayo de 2008

Sara Lint, Cristina García y la niña de la misa

En el sueño entro a un cabaret, producto de lo que había visto en la noche.
El objetivo de entrar en el cabaret era para probar un teléfono celular, para ver si podía hacer llamadas, mandar mensajes, etc.
Entré muy tranquilo, como si nada pasara y me recibió una bailarina. Era hermosa, tanto que aún la recuerdo.
Pasó tiempo y de repente me encontré en un gran salón con gente como yo, hombres y mujeres civiles, comunes y corrientes. A cada uno se nos acercó un bailarín o una bailarina, dependiendo de nuestras preferencias sexuales. Curiosamente una mujer estaba bailando con Frankenstein.
Conmigo bailó la bailarina que me recibió. Pude tocar sus manos.

En otro sueño estaba en la universidad y no quería entrar a una clase, así que me escapé.
Me escondí en otra aula espié la clase.
Sigilosamente bajé las escaleras para encontrarme con algo que aún no digiero.
En otra aula estaban pintando con sangre real las paredes y aparentemente jugando algo que los hacía sangrar.
No quise seguir ahí.

Y para cerrar con broche de oro, un post de este tipo no se puede concluir sin mencionar a la enigmática y misteriosa niña de la misa, la cual me sigue atontando y confundiendo no sólo los domingos, sino también ahora entre semana cuando me la encuentro en la universidad.
Eres una maravilla, nenita hermosa.

Y pon pin colorado, este cuento se ha acabado.